Vuelvo a tomarle la mano. Será un buen día, un día espléndido. Un día mágico. No puedo evitar sonreír.

-¿Estarás? -pregunté, repentinamente ansiosa-. ¿De veras vas a estar aquí?
-Tanto tiempo como tú me quieras -me aseguró.
-Te querre siempre -le avisé-. Para siempre.

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