Vuelvo a tomarle la mano. Será un buen día, un día espléndido. Un día mágico. No puedo evitar sonreír.

-No tengas miedo-. le susurré. -Somos una sola persona.
De pronto me abrumó la realidad de mis palabras.
Ese momento era tan perfecto, tan auténtico. No dejaba lugar a dudas.
Me rodeó con los brazos, me estrechó contra él
y hasta la última de mis terminaciones nerviosas cobró vida propia.
-Para siempre- convinó él y despues nos sunergimos suavemente en el agua profunda.

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